¿Quién es la afortunada?

En ocasiones siento que  me enfrento a un tribunal inquisidor, siento que mi vida es constantemente sometida al escrutinio de la sociedad y aunque no me importa lo que los demás piensen de mi se me hace incómodo que todos los días estén pendientes de mi vida. Hace más o menos una semana, María, una compañera de clase, me preguntó: “¿quién es la afortunada?” una pregunta de la nada que me causó gracia y dolor al mismo tiempo.

Convengamos en primer lugar que yo no me ajusto perfectamente a los estándares occidentales de belleza y aunque no me considero “feo” tampoco soy un Brad Pitt que digamos. Pese a ello, es esperable que ya tenga una novia y el no tenerla o no mencionar una a mis 17 años, es como mínimo “raro”. Cuando María me hizo esa pregunta pensé en contestarle no “Lucrecia” o “Sofía” sino que “Maxi” o “Lucas”. Ya me imagino su reacción… pero con esa respuesta lo único que hubiera logrado es la condena del “neo-tribunal inquisidor”, no solo mi clase sino que la sociedad toda espera de mi un hombre heterosexual, y cualquier ruptura de esta heteronormatividad pasaría a formar parte de una “perversión” un “atentado” a las buenas costumbres. Así que me limité a responderle con un “por ahora nadie” evitando de esa manera cualquier reacción homófoba de ella y el resto de mis compañeros.
Soy consiente de que si bien esa pregunta surgió espontáneamente mientras hablábamos de temas absolutamente banales, responde también a una duda generalizada que la clase tiene sobre mi persona, “¿será puto?” se preguntan sin percatarse de mi buen oído. Sin embargo, mi actitud poco amanerada, mis comportamientos “masculinos” y mi insistente negativa a hablar con ellos de mi vida les impide tener la certeza de mi orientación sexual. Esto último, no me preocupa, me importa poco o nada que piensen que soy “homosexual”, “gay” o queer como me defino, pero lo que sí me molesta es la relevancia que se le da a mi orientación sexual. “¿Quién es la afortunada?” es una pregunta anecdótica que ejemplifica la represión invisibilizada y constante a la que nos vemos sometidos por el mero hecho de no ser heterosexual. me pregunto qué contestaría ella si yo le preguntara “¿qué droga consumis?” limitando su respuesta de tal forma que el “no me drogo” no sea una respuesta válida. En fin, ab imo pectore para ti.